–  Relato –

Por Antonio M. Torres

He leído las colaboraciones que se han publicado en la web con el placer que despiertan los buenos recuerdos y he sentido la necesidad de imitar a mis compañeros, además no podré estar en la reunión, así que me he decidido a enviaros por escrito algunas vivencias que estos días me han venido a la mente.

Ingresé en Olivetti en el año en el año 1967, siendo director de la sucursal de Zaragoza el Sr. Luis Vich, al cuál recordaré siempre con el cariño que se debe al que te valora y te da el visto bueno: “no me falles” me dijo entonces. Creo que nunca se arrepintió de aquella decisión.

Enseguida me mandaron a realizar los cursos correspondientes en el Centro de Formación Comercial en la Rambla de Cataluña de Barcelona, que dirigía Xavier Vigué. Allí nos atendió el Sr. Varela en el curso de primera formación. Sentaron a mi lado a un joven, teníamos entonces 21 años, con cara aniñada, muy inteligente, muy atento en las clases: Gonzalo Pérez. Un gran amigo a partir de ahí para toda la vida.

Vigué iba a ser trasladado a Zaragoza como director, sabiendo el traslado, pasaba con frecuencia por el aula en la que nos encontrabamos y llamaba al de Zaragoza, que era yo, y me examinaba: “explícanos la rentabilidad de la máquina de escribir eléctrica frente a una manual” , decía, y yo respondía con detalle.

Cuando llegué a Zaragoza, empecé a vender y al cabo de un tiempo me trasladaron a Calatayud donde se monto un almacén regulador. Desde allí Vigué me retaba a llegar antes que yo a la sucursal de Zaragoza, siempre le gané, el no supo nunca que yo me saltaba todos los semáforos, lo que me permitía llegar primero.

Trabaje siempre en Zaragoza, me ofrecieron ir a Madrid y a otros lugares pero yo nunca quise trasladarme. Siempre aquí. pero ocupando sucesivamente diversas zonas : empecé con la zona de Calatayud, después Cinco Villas, bajo Navarra, Caspe y bajo Aragón, y por fin como Concesionario de ciudad, ya con mi propio negocio.

Puente del Tercer Milenio, construido con motivo de la Expo 2008

Durante la época de empleado de Olivetti, conocí jefes buenos y malos. La mayoría se preocupaban más de sus objetivos y por lo tanto de sus incentivos, que de ayudarte a hacer un buen trabajo y construir tu carrera profesional. Entre los buenos directores recuerdo con cariño a Castán. Me viene a la memoria una situación delicada cuando el comité le pidió explicaciones de las operaciones que yo hacía con condiciones comerciales a las que los demás vendedores no tenían acceso. “Cuando los otros cuatro vendedores juntos vendan lo que vende Torres, empezarán a tener acceso a esas condiciones” les contestó Castán. Lo cierto es que Castán, Vigué y otros directores nunca me pusieron trabas en mi trabajo, me dieron autonomía y yo respondía siempre con responsabilidad y ventas. Sólo cuando llevaba 2 ó 3 años en la misma zona y la había agotado, empezaba a trabajar menos; entonces pedía que me diera otra zona antes de que por aburrimiento me maleara.

Luego vino la época de concesionario, toda una aventura. Empezó por la asignación de zonas a los que íbamos a ser concesionarios de ciudad. Recuerdo reuniones interminables, con Piña y Paramio, para repartir los técnicos y las zonas. Al final yo acepté quedarme con los técnicos que no querían los otros a cambio de elegir zona.

A través de todos estos años hemos tenido épocas más fáciles y otras más difíciles, al principio la reorganización que hizo Olivetti con los concesionarios creó muchos problemas: no era extraño que en un mismo cliente nos encontráramos varios vendedores ofertando la misma máquina Olivetti; el vendedor de la sucursal, el de grandes cuentas, y concesionarios; muchos esfuerzos disipados y poco resultado. Pero en general tengo que reconocer que me ha ido bien Es de bien nacidos ser agradecidos y yo quiero proclamarlo públicamente porque es cierto: lo que tengo lo he ganado yo con mi esfuerzo, pero ha sido Olivetti la que me ha dado la oportunidad.

Lo mejor de todos estos años han sido las diferentes personas que he conocido : Jefes, compañeros, concesionarios, clientes, ect…. He tenido muchas oportunidades de cultivar buenas amistades: reuniones de trabajo, intercambio de informaciones, cursos y sobre todo los viajes. Mi mujer y yo hemos participado en todos los viajes para concesionarios sin saltarnos uno sólo, ahora ya creo que deben ser mis hijos los que nos sustituyan. Con estos viajes he recorrido medio mundo, al principio con la perplejidad del no viajado, arropado por Olivetti y por el amigo Primitivo Arango, después como viajero experimentado, pero siempre rodeado de compañeros estupendos. Nombro unos pocos de muchos sin los cuales todo lo anterior mencionado no tendría validez: Puig, Angera, Santa, Pepiño, Varas, Gonzalo, Pasto, Moreno Güarch, Vigué, Castan, Atienza, Talayero, Yagüe , etc…

Se cumplen cien años desde la fundación de nuestra empresa, yo he conocido sólo una parte, pero ha colmado mi vida profesional y me ha ayudado mucho en mi vida personal. Muchas gracias. Espero y deseo que el futuro sea de nuevo brillante para Olivetti y todas las personas que siguen trabajando con esta marca.

Un fuerte abrazo,

Antonio M. Torres.


Zaragoza, 15 de octubre de 2008

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