Javier Mariné Queralt

javier Mariné Queralt

La noticia de su fallecimiento en Barcelona a los 81 años de edad nos ha sobrecogido a todos. Sabíamos que Javier no estaba bien desde hacía poco tiempo pero nadie esperaba este rápido y cruel desenlace. Durante su estancia en el hospital, algunos intercambiamos con él mensajes de teléfono en incluso mantuvimos alguna breve conversación. Con Javier ya en su casa, un amigo muy próximo, Antonio Llamusí, comentó con él por teléfono el último partido del Barsa, apenas hace dos días. Nada hacía presagiar la terrible noticia de su fallecimiento.

Javier ingresó en Olivetti en 1963. Tras los obligados cursos de formación se incorporó a la División de Máquinas Contables. Desde el primer momento, se mostró especialmente dotado para la gestión comercial. Inteligente, rápido  en la decisión, con evidente capacidad de liderazgo, fue nombrado enseguida Jefe de Grupo.

Era clásico aquel trío de eficaces comerciales que formaron Xavier, Antonio Llamusí y Federico Gallego (e.p.d.). Sus años de trabajo en Olivetti fueron años de éxito que son de sobras conocidos por los que fuimos sus compañeros.

Testimoniamos a su mujer, hijos y nietos nuestro más sentido y sincero pésame por esta irreparable pérdida.

¡Querido Xavier, descansa en paz!

Federico Gallego, Antonio Llamusí y Javier Mariné en la celebración del Centenario de Olivetti. Barcelona 2008

5 comentarios en “Javier Mariné Queralt”

  1. Como a tantos otros compañeros, no tuve relación alguna con él, pero sé de su trayectoria profesional, y por tanto lo considero como un gran compañero que no tuve la suerte de conocer, por tanto, lamento su partida, y también siento profundamente el dolor y el sufrimiento de toda su familia y amigos, es por lo que me uno a todos y los acompaño en sus sentimientos.

    Un abrazo para todos, Pedro Sierra.

  2. Hoy hemos recibido la peor noticia.

    Acostumbrados a tu simpatía y amabilidad, a tu ingeniosa y certera crítica, a tu oportuna apostilla moderada a palabras desenfocadas, nos dejas de improviso, de una manera discreta, como los sabios que no levantan la voz para hacerse escuchar pero que nos golpea en lo más profundo del sentimiento que nos hará recordarte siempre en nuestra compañía.

    Que el buen Dios te acoja en su gloria, querido y admirado Javier.

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